1.- Tómate tiempo para elegir la forma jurídica que mejor se adapte a tus previsiones y a tu idea empresarial

La determinación de la forma bajo la que vamos a actuar en el tráfico jurídico se ve afectada por muchos factores distintos, podemos inclinarnos por ser autónomos, una comunidad de bienes, una sociedad limitada, una sociedad profesional, una cooperativa, etc. Pero para ello habrá que atender a las previsiones del emprendedor sobre su empresa y, entre otros, a aspectos como el tipo de actividad a desarrollar, el número de personas que participen en el proyecto, el régimen de responsabilidad de los promotores, las necesidades económicas de la idea de negocio y, por supuesto, las implicaciones tributarias.

La reflexión sobre este punto puede requerir un asesoramiento profesional e individualizado, pero elegir un régimen legal adecuado una decisión lo suficientemente importante como para dedicarle tiempo y recursos, toda vez que servirá para evitar problemas de indefinición o inadecuación que, en un momento posterior, podrían afectar a la actividad empresarial.

2.- Busca fórmulas para separar tu patrimonio personal y salvaguárdalo

Cualquier forma de emprendimiento implica, en mayor o menor medida, la asunción inherente de riesgos, no obstante y estrechamente relacionado con el epígrafe anterior, se encuentra la procedencia de proteger el patrimonio del emprendedor.

Actualmente no sólo la forma jurídica elegida nos facilitará esta tarea, una estrategia específica en este sentido y distintos mecanismos legales de nuestro ordenamiento jurídico resultan fundamentales para que un fracaso empresarial no implique necesariamente la ruina personal y familiar del los partícipes del proyecto.

3.- Delimita las obligaciones y responsabilidades de cada uno de los socios

En caso de emprender junto con otros partícipes, el momento previo a la constitución de la sociedad es el oportuno para fijar de forma clara las obligaciones a asumir por cada uno de ellos y consensuar los aspectos fundamentales referentes a la gestión de la actividad.

En ocasiones, la inclusión de cláusulas de no competencia o la regulación de la futura desvinculación de un socio respecto de la sociedad tiene mayor utilidad de la que a priori se podría prever. De esta forma se consigue evitar y minimizar los efectos de potenciales conflictos futuros.

4.- Estudia pormenorizadamente la viabilidad jurídica de tu idea de negocio, así como la normativa específica de tu sector de actividad

La necesidad de dar cumplimiento a obligaciones legales aplicables respecto de determinados sectores de actividad implica, en ocasiones, la necesidad de destinar recursos económicos a tal fin, precisamente por esta razón resulta fundamental disponer de una estimación al respecto y preveerlo en el plan económico-financiero.

Por otra parte, el incumplimiento de la normativa específica puede dar lugar a importantes sanciones económicas difíciles de asumir para una pequeña empresa.

5.- Registra la marca con la que pretendas identificarte en el mercado

Crear y hacer reconocible la marca de una empresa es una labor de tiempo y que requiere un cuidado especial, precisamente por esta razón y por tratarse de uno de los activos intangibles más importantes en cualquier empresa, su protección adquiere una relevancia especial.

Los costes que implica el registro de una marca son asequibles y únicamente de esta forma se consigue el derecho de uso en exclusiva para identificar tus productos o servicios.

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